Mariana, como amante de la naturaleza y escritora, participó en nuestra minga de este mes de agosto y se contagió de nuestro sueño de volver a meternos en el río San Pedro. Aquí el texto que escribió y que está hermoso, donde comparte su vivencia e incluye información interesante sobre la fuerza que puede llevar una minga:
“¡Cómo les debe agradecer el río!”, dice una persona apenas al enterarse de que hay mingas para limpiar el río San Pedro. ¡Yo también quiero participar!!!, escribe espontáneamente una ecuatoriana que está de visita en nuestro país. “Yo estoy con ilusión”, responde en cambio una tercera que está recuperándose del covid y espera tener ánimo y fuerza para acudir a la llamada. Ninguna vive cerca del río, ni tiene información especializada en el tema, ni pregunta nada más. Respuestas similares se multiplican.
Qué hay que preguntar sobre una minga para alguien que viva en los Andes. Seguramente esté en nuestra memoria celular y es parte de lo mejor que hemos integrado en nuestro largo mestizaje. La minga es uno de los mayores aportes andinos a la humanidad.
Las mingas bien organizadas hacen del trabajo una fiesta. Y estas del río demuestran no solo esa gran organización previa, sino la alegría de participar. O tal vez sea el entusiasmo de constatar que el anhelo de limpiar el río va cundiendo. A la cuarta edición han llegado unos 125 mingueros, el récord hasta el momento, aparte del personal que está en actividades de educación y recreativas. El sueño es poder volver a meterse en el río como lo hicimos hasta hace solo una generación. Hoy hacerlo nos sacaría enfermos.
Y sin saber ni cuándo, nos hemos ido alejando y alejando de nuestros ríos hasta que se van perdiendo en el imaginario, hasta hacerse borrosos, invisibles, casi inexistentes. Piense usted a cuál río se ha podido meter últimamente. O qué nombres de ríos conoce, aunque los cruce por un puente.
La minga no solo acerca a los ciudadanos al río San Pedro, en este caso, sino que acerca la investigación social y ambiental a un público más amplio. Por ella sabemos que el río nace en los Illinizas con el nombre de Chishinche, una voz nativa mucho más antigua. En su camino recoge también aguas del Corazón y de varios ríos, entre ellos el Pita, que en cambio nace del Cotopaxi y recoge a su vez aguas del Sincholagua.
Su paso por los cantones Mejía, Rumiñahui y Quito altera el río completamente desde por la central hidroeléctrica de Guangopolo hasta por todas las descargas agrícolas, industriales y residenciales que recibe. Para conocer de boca de las propias investigadoras los resultados de sus análisis conviene escuchar sus conclusiones aquí https://www.facebook.com/watch/?v= 3405930726197242
Las mingas se centran en la basura residual que queda acumulada en las riberas. ¿Qué hace que un trabajo que usualmente nadie quiere hacer, voluntario y anónimo sea asumido con desinterés y adhesión por más de un centenar de personas que acuden a la convocatoria en un día de descanso?
“¡Si no hacemos esto nos vamos a ahogar en plástico!”, responde una de las mingueras. Esta vez hay un buen contingente de personas que pertenece a empresas privadas o instituciones que ya tienen incorporadas políticas ambientales en su gestión y dan a conocer estas convocatorias a los trabajadores. Los empleados no reciben ningún incentivo extra por esta actividad ni es parte de sus obligaciones.
“¡Por la suciedad!”, dice en cambio una vecina de Tumbaco, volcada a desenterrar uno de los numerosos materiales textiles enredados entre troncos, hierros y plástico. La camaradería del momento hace que varios vengan a ayudarle con un pico y las fuerzas masculinas para levantar el tronco. “Las mingas deberían ser más frecuentes”, dice ella casi en tono de reclamo, mientras se queda luchando por desenterrar el mango de lo que parece un balde plástico.
“Extrañamente es el río que más residuos textiles tiene”, dice una de las investigadoras, lo que constituye un pequeño acertijo para los vecinos.
También para los empleados de Emaseo que han venido para acarrear los costales desde la orilla del río hasta la camioneta de recolección, debe ser una experiencia muy distinta a la de su labor diaria. Por una vez los demás comparten su trabajo, les piden ser parte de fotos o videos y reciben un reconocimiento positivo por un trabajo esencial y tan poco valorado.
Si bien lo más conocido es esta recolección de basura en las playas del río, la otra mitad de la minga sucede en la entrada al parque Los Algarrobos, en Cumbayá. Ahí ofrecen sus servicios de reciclaje empresas tan experimentadas como ReciVeci que trabaja con desechos inorgánicos limpios (www.reciveci.ec), o como Agrovivas que recoge desechos orgánicos de cocina a domicilio (https://www.facebook.com/Agrovivas). Sin articular nuestra actividad diaria con este tipo de separación en la fuente, no estamos dando una solución definitiva a los desechos que cada uno genera. También una artista que hace telares con material reciclado doméstico habla a quienes se le acercan sobre el fluir del agua desde las quebradas de Quito (https://saokma.com/series-proyectos/samayuio-el-espiritu-del-rio-de-quito/).
Tal vez todos acudamos a la minga porque ese día hay fiesta en el río. Esta vez la jornada empezó con un avistamiento de aves para los que llegaron a las 7h00 y termina con sánduches, fruta, sonrisas, apoyo. Hasta un pan de masa madre recién horneado llega en una batea para los que se quedaron hasta el final, donado por una cafetería vecina que lo ha mandado desde la primera minga. Por su parte, el muñeco Ratasura, el personaje de la campaña, también hace de las suyas entre los asistentes.
Si bien el colectivo Rescate del río San Pedro sabe que los retos son inmensos, esta fiesta ya es un sueño cumplido. “Es una expresión de una vida bien vivida llena de alegría, de encuentros con amig@s maravillos@s, con la belleza, la solidaridad y una experiencia transformativa en el tejer a una comunidad resiliente por medio del cuidado de un río muy querido”, escribe una participante en una reflexión posterior. ¿No es extraordinario contar con una creación comunitaria como la minga que nos permita experimentar en el presente esa vida que nos hace bien a todos?
En la entrada al parque está también el Fondo para la protección del agua (www.fonag.org.ec) con una explicación didáctica en maqueta de toda la cuenca del río Guayllabamba. Ahí, palpando la orografía con las manos, viendo de dónde nacen y cómo se van juntando los ríos, vemos cómo se forma esa cuenca con el San Pedro, el Chiche, el Monjas, el Machángara, entre los más conocidos. La ciudad toma toda el agua que necesita de páramos y montes, y luego de que pasa por ella vierte a esa cuenca algo tan adulterado que ya no se puede llamar agua, que acarrea consigo todo tipo de desechos a la provincia de Esmeraldas, luego al mar y por las corrientes marinas hasta Galápagos.
Visto así, limpiar un río como el San Pedro desemboca necesariamente en sanear todo el sistema hídrico de la cuenca. Y trabajar en el pequeño frente que alcanza a limpiar una minga repercute en ese amplio horizonte. Claro que una tarea tan ambiciosa requiere de mucho más que de mingas para recoger la basura flotante, y sin embargo sin ellas, sin comunidades resilientes que se apropien y amen mucho a sus ríos no hay manera alguna de que ellos importen en la política pública. Se diría que necesitamos crear otro tipo de mingas, unas que puedan ser de multi actores, donde nos pudiéramos poner de acuerdo alguna vez entre autoridades y ciudadanía sobre un asunto que nos importe a todos. ¿Puede el río llegar a tener semejante tracción?
Que sirva aquí de algo la investigación histórica. Con toda la experiencia minguera acumulada en nuestro país, quizás un ejemplo poco conocido y de extremado valor sea uno que tuvo lugar en la provincia del Carchi, donde las mingas que se extendieron a lo largo de una década lograron construir una carretera de unos 120 kilómetros para unir a la provincia con el resto del país. Tal fue el asombro que esas mingas despertaron en la capital que el gobierno central puso el dinero necesario para construir la parte más cara de la vía que era el puente sobre el río Chota. Esto aconteció en medio de la década más inestable que ha vivido el Ecuador políticamente y durante la recesión económica mundial de los años 30 del siglo pasado. (https://marianalandazuri.com/un-pueblo-y-un-camino-la-carretera-oriental-del-carchi/).
Si bien un resumen tan apretado no deja ver la riqueza de ese proceso, algunas condiciones son de indispensable consideración para el presente. Sostener tales mingas fue posible gracias a la acrisolada honradez del comité que lo lideró y a su enorme capacidad de gestión, a que las distintas fuerzas políticas estuvieron equitativamente representadas en su interior, a un pueblo cohesionado y a un sueño común que prevaleció por sobre cualquier diferencia.
Esos factores son los que necesitamos emular en este rescate fluvial. Si algo pueden lograr las mingas es situar el tema en la mirada pública y ejercer con el ejemplo la presión necesaria para que los ríos entren en el interés colectivo.
Hasta ahora ese interés, más todavía respecto a la gravedad que reviste el caso del río Machángara, ha sido una preocupación desde hace varias décadas de algunos círculos profesionales o ciudadanos. Ya no puede ser un interés encerrado. Cada nueva emergencia pone el tema de ríos y quebradas de Quito sobre el tapete, como sucedió con el deslave del 31 de enero del 2022 en Pambachupa, la Comuna de Santa Clara de San Millán y La Gasca. El Colegio de Arquitectos de Pichincha convocó a un conversatorio donde se reflexiona al respecto con la autoridad del agua potable en la ciudad, el colectivo del río San Pedro y el ejemplo que afortunadamente nos pone la ciudad de Cuenca respecto al manejo de sus ríos. https://www.facebook.com/elforodelaciudad/videos/364174015521864
De múltiples maneras participar en la limpieza de los nuestros puede convertirse en la acción que nos vuelva a impulsar como ciudad, amén de las repercusiones que tal hito provocaría en todos los órdenes. Signo de que estamos deseosos de participar en acciones concretas si alguien lidera la causa es precisamente la adhesión que va adquiriendo la campaña que ha emprendido este colectivo ciudadano (https://riosanpedroecuador.wixsite.com/website). Y signo de que sus integrantes están comprometidos con ella es que entre minga y minga no escatiman esfuerzos para concretar sus anhelos.
En situaciones tan complejas, tal vez la primera tentación sea la de señalar con el dedo a los múltiples actores que tienen responsabilidad en que la situación de nuestros ríos se haya degradado tanto, pero eso no los limpia. Lo que tiene fuerza moral es asumir la propia parte, que es inmensa, más todavía si ese trabajo es colectivo y mira por el bienestar común.
Esa fuerza es la que puede destrabar el impasse de no saber por dónde continuar o de echarse la pelotita entre las diversas entidades municipales. También para cada una de ellas es demasiado y todas esperan que la otra empiece. Aunque nos demos cuenta de las falencias institucionales, ¿sirve realmente de algo recibir las pedradas de la acusación? No hay interés en eximir a nadie de sus responsabilidades, pero esa función seguramente le corresponda a algún órgano de control, no a una minga. La valiente apuesta aquí es que la solución empiece por la ciudadanía.
No suele ser la falta de reglamentos, ordenanzas o normas lo que nos ha llevado a tener el grado de contaminación que tenemos, sino que no pasen del papel. Tal vez es solo en colectivo donde los andinos estemos dispuestos a asumir compromisos y reglas que nos permitan convivir mejor. Quién sabe si la minga sea la forma de gobernanza que nos sea más propia. Aquí, ante el río, la intención de rescatarlo queda sellada como en ningún papel.
Si bien las soluciones técnicas a un nivel macro no las podemos dar individualmente, sí tenemos un enorme margen de acción que no estamos ocupando. Desde informarse sobre nuestros ríos hasta involucrarse en los planes de desarrollo antes de que las acciones estén determinadas, desde plegar a la fuerza y la alegría de las mingas hasta ejercer veedurías ciudadanas sobre la adjudicación de los recursos públicos, desde presionar para que las zonas urbanas tengan sistemas que reduzcan la entrada de contaminantes como las bio alcantarillas, los techos verdes o los humedales hasta ir a cantarle al río. No todo va a poder solucionarse en la planta de procesamiento de Vindobona que se planifica para la zona de San Antonio de Pichincha (https://www.youtube.com/watch?v=eluIs9PQruI).
La derrota de afirmar que nuestros ríos están perdidos no toma en cuenta los casos donde se los ha podido recuperar, aunque sea parcialmente, en otras capitales del mundo como la ciudad de México, Washington D.C. o Londres. Seguramente en todos esos casos haya significado un costo financiero alto, pero el factor determinante es siempre la consciencia ciudadana.
Si necesitamos de todos los recursos a favor, si todo esfuerzo suma, si hay un despertar inicial que está logrando incidir en la opinión pública, tal vez lo más eficaz o revolucionario sea mantener esa consciencia en alto, en vez de empeñarse en buscar lo malo para eliminarlo. Quizás tengamos que partir de mirar la situación hasta informarnos, pero luego volcarnos hacia el sueño de nuestros ríos limpios hasta que se sienta real, hasta que sintamos la gratitud y el alivio que el propio río siente. Si ese sueño lleva a acciones colectivas, nada lo va a poder parar.
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